Una vez, hace tiempo ya, mucho antes de que decida hacer un posgrado, mi director de Beca doctoral, el Dr. Prado, me dijo: “sin importar lo que hagas o como salga, no dejes de asombrarte, eso te ayudara a no perder el objetivo”. Esas palabras fueron mi leitmotiv durante las aventuras y desventuras de mi doctorado, fueron de algún modo mi mantra secreto en muchas ocasiones. Si alguien me preguntara si me gustó hacer un doctorado, mi respuesta inmediata sería que sí, yo fui una afortunada que consiguió una beca para estudiar y graduarse de lo que le la apasionaba y que tuvo los mejores mentores, pero también les diría, que en muchas ocasiones la frustración toco a mi puerta y tuve muchas ganas de abandonar todo. Pero esto no pasó, ya que siempre tuve presente que tener una beca proporcionada por el Estado también es una responsabilidad social, así que el abandonar nunca fue una opción a seguir, al menos no para mí. Mi paso por cinco años de experimentos, entre plantas, tubos de ensayos, bufferes, fue de las experiencias más enriquecedoras que me ha tocado transitar hasta este día. Claro está, que la visión que un tesista puede llegar a tener de esta etapa, depende en gran medida del contexto socio histórico de ese individuo, de la historia que lo atraviesa y de la que va creando al transitar su vida de estudiante de posgrado. En retrospectiva, si hago un análisis de lo vivido, elegir hacer un doctorado fue un evento determinante en mi vida profesional, y digo esto en términos humanos, más que científicos o académicos, porque uno se vincula a niveles muy profundos con aquello que hace, con aquello que investiga y esto no es algo que alguien te pueda contar, es algo que uno experimenta o decide experimentar. El desarrollar una tesis doctoral y escribirla, despertó en mí una variedad de nuevos interrogantes, fue un viaje de descubrimiento a nivel científico y a nivel personal. Creo que la clave de todo, el pilar fundamental para no desmotivarse, es no perder la capacidad de seguir asombrándonos y tomar las cosas con actitud superadora. En mi caso, ante lo nuevo y casi por costumbre, me decía que iba a ser difícil, que no podría, ahí donde los miedos salían nuevamente, hasta que un día me dije, “tengo que intentarlo”, y ahí estaba yo intentando, hasta que finalmente salía y me quedaba maravillada ante los resultados. Es a esto a lo que yo llamo vincularse, la tesis genera conocimientos científicos, pero si uno está atento y sabe aprovechar el viaje, es probable que al final termines conociéndote a ti mismo, siendo otro diferente al que eras cuando comenzaste. El miedo, la ansiedad, siempre están ahí, no se van, sobre todo cuando uno se enfrenta a la escritura, ese es el verdadero desafío, saber transferir esos cinco años de arduo trabajo en un manuscrito original, es la prueba de pruebas. Escribir, estar al frente de una pantalla y un teclado, es de los momentos más solitarios de toda esta etapa, sin embargo, al menos en mi caso, nunca lo percibí como un trabajo individual, al contrario, siempre lo sentí como algo grupal. Esta etapa, la de escritura, requiere de una dosis de compromiso personal y fuertes motivaciones para no abandonar en los momentos de incertidumbre. Aquí es donde el Director tiene el papel principal, en mi caso mi directora, además de amiga, siempre fue una inspiración, un modelo y mi madre académica. Ella estuvo acompañándome en cada momento, respetando mis tiempos de aprendizajes, y alentándome aun cuando las cosas no salían tan bien: “tranquila, esto también va a pasar, lo vas lograr”. Finalmente uno llega a un manuscrito, un trabajo final que en gran medida oculta su gestación, las dificultades, las cosas no logradas y fallidas. Uno muestra un producto final y un modelo para entenderlo y poco importa el proceso real, la experiencia personal, lo humano de la elaboración de la tesis. Las tesis se construyen en gran medida a partir de fracasos, más que de éxitos. Ahora, ya un poco relajada, he llegado a la conclusión de que hacer una tesis es, más allá de un logro académico, una transformación de uno, es crecimiento. Mi impresión es que nunca terminé, la tesis sigue para mí, pero desde otra realidad. Si miro atrás, veo que hice un montón pero aún hay muchas cosas por hacer, y eso me entusiasma. Valoro y agradezco, todo lo que me dio hacer un doctorado, valoro todo lo que me dio una Facultad como lo es la de Ciencias Naturales e IML, valoro todo lo que me dio la educación pública, porque me permitió pensarme y verme como sujeto productor de ideas entre cientos de ideas de otros que como yo, ven la ciencia con pasión. Creo que lo que nunca debemos olvidar, es que detrás de una tesis, hay un individuo, un sujeto social, que se inventó, se destruyó y se reinvento para llegar a la meta.
Dra. Silvana Chocobar Ponce
Becaria posdoctoral INBIOFIV
CONICET-UNT