Empecemos con la honestidad o sinceridad que debe tener un tesista consigo mismo. ¿Por qué estoy haciendo esto? ¿La tesis es realmente un paso que quiero dar para enriquecer mi carrera o la veo simplemente como un trámite? ¿Este trámite responde a mi necesidad de insertarme en el sistema, a satisfacer mi ego? Las respuestas a estas preguntas no necesariamente estarán atadas a algún tipo de juicio “ético” o epistemológico, pero conviene ser sinceros con nosotros mismos, y tratar de establecer exactamente qué esperamos de esta etapa de nuestra formación profesional.
Sigamos con la autoconfianza. Por supuesto, un tesista debe confiar en sus propias capacidades para afrontar los problemas que se le presentar en el camino (a veces bastante tortuoso) que lleva al momento de defender la tesis. Sin embargo, esa confianza tiene también otras expresiones, como el hecho de reconocer la propia relevancia de la actividad que se desarrolla, sea obvia o no. Tener conciencia y tomar verdadera dimensión de nuestro trabajo ayuda a que valoremos y encaminemos correctamente nuestro propio esfuerzo.
Como contracara, la confianza también puede llevar a un vicio: la falta de autocrítica. Es importante que tengamos en cuenta que todos podemos cometer errores. Por supuesto, la premisa básica es apuntar a no cometerlos, pero esos errores vendrán igualmente y por diferentes motivos. Entonces, una parte importante de nuestro tránsito por esta etapa de tesis es evaluar constantemente nuestro propio desempeño y desafiar nuestro propio enfoque, tanto ante la resolución de problemas como ante el momento en que recibimos devoluciones, comentarios o correcciones.
Otra cualidad útil a ejercitar es el temple para enfrentar las dificultades, las cuales seguramente se presentaran. No siempre las cosas saldrán como queremos y no siempre escucharemos lo que queremos escuchar. A los puntos anteriores conviene sumar un poco de “valentía” académica, sobre todo para afrontar a uno de los “monstruos” más grandes: el juicio de nuestros pares.
La flexibilidad de pensamiento es otra “arma” importante en esta etapa. La respuesta más aparente puede no ajustarse necesariamente a un procesamiento intelectual razonablemente lógico. Y nuestra forma de buscar esa respuesta puede estar un poco canalizada por diferentes factores ideológicos, de formación académica, etc. Al igual que en el punto de la autocrítica, conviene hacer el ejercicio de tratar de buscar caminos alternativos, que a veces pueden sacarnos de nuestra “zona de confort” intelectual.
También es importante mostrar iniciativa. Más allá de que muchas veces percibimos que no tenemos idea de lo que estamos haciendo –sobre todo al iniciar la tesis– es un buen ejercicio proponer nuevos enfoques y actividades y encarar el trabajo de manera proactiva. Como director he valorado mucho ese tipo de actitudes en mis estudiantes y el trabajo posterior ha resultado siempre enriquecedor.
La disciplina de trabajo es otra cualidad que conviene tener en cuenta. Puede sonar opuesto a algunos de los puntos anteriores, pero si consideramos la mera naturaleza de la palabra, quizás hasta la rebeldía, la bohemia o incluso la mera anarquía requieren disciplina: la disciplina de no aplicar reglas. Por más desordenados que podamos ser –y lo cómodos que nos sintamos en ese desorden– unas cuantas reglas de trabajo no nos vendrán mal. Particularmente esas reglas que se derivan de la experiencia de quien nos dirige.
Por último, veamos quizás los atributos que pueden resultar más obvios para encarar una tesis: el entusiasmo, la pasión por lo que hacemos y el buen humor. Si no sentimos pasión por lo que hacemos, si no encaramos el día a día con entusiasmo y tratamos de sacar lo mejor de cada desafío, el camino se hará empinado. Ahora bien, debo hacer la salvedad de que a veces esto no necesariamente implica que estemos enamorados de nuestro tema, pero sí que debemos estar enamorados de nuestra carrera. La elección del tema de tesis es obviamente importante. Sin embargo, hay un cúmulo de circunstancias que pueden llevar a esa elección de tema este atada a veces a ciertos factores, que llevan a que no desarrollemos exactamente lo que queremos: tiempo, aplicación, financiación o simplemente el hecho de que nosotros no elegimos ese tema (algo que pasa más seguido de lo que puede parecer). Aun así, y a la hora de sopesar y evaluar esta circunstancia, debemos considerar que el mero hecho de hacer una tesis debe ser un paso de enriquecimiento en nuestra carrera y que ante circunstancias a veces inevitables, debemos ver el esquema de fondo y considerar y valorar qué herramientas estamos obteniendo para nuestro camino futuro.
Como ya dije, esta es una lista subjetiva. La misma se basa en aquellos atributos que creo que hubiesen sido útiles para mí en mi época como tesista, e incluso en aquellas cosas que aún debo mejorar en mi carrera. Muchas de ellas dependen de una buena relación entre quien hace la tesis y quien la dirige. Esto constituye un eje que debe ser trabajado día a día y que, bien encarado, lleva inexorablemente al enriquecimiento académico y humano de ambas partes.