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  • 28 Noviembre, 2020
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De Madrid a Tucumán

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Ignacio Fernández del Amo

Ya me lo había anticipado la Dra. Griselda Barale, titular de la cátedra de Estética en la facultad de Filosofía y Letras: “Aquí el arte es más político. Todo es más político”.

Yo había llegado hacía solo unas semanas a Tucumán, dejando atrás 34 años de vida en Madrid. En España me había licenciado en Historia del Arte, había trabajado como editor de libros de arte durante diez años, había dedicado dos a preparar la oposición para acceder al cargo de conservador de museos nacionales y tenía una discontinua carrera como artista visual. Solía decir que mis fotos eran las que habría tomado Kasimir Malevich si le hubieran dado una cámara y le hubieran soltado en Madrid a pasear.

Tras un primer año y medio de aclimatación, trabajos alimenticios (esos que no responden a tu formación, pero sí a tu supervivencia) y contactos infructuosos para trabajar en algún lugar relacionado con la cultura, un lunes de junio de 2013 cambió mi vida. La profesora que dictaba las materias de “Estrategias de comunicación” y “Fundamentos de comunicación” en la Tecnicatura de Museología de esta facultad había ganado un concurso en otra cátedra y había quedado incompatible. Quedaban tres meses para el comienzo del segundo cuatrimestre y necesitaban un reemplazo urgente. Y así, de forma imprevista, me encontré delante de un grupo de alumnas e investigando para convertir en teoría mis años de estudios y práctica profesional. Parte de esas investigaciones están presentes en la tesis de la Maestría en Museología que defendí hace unos días.

Un año y medio después, la que había sido una de las mejores experiencias de mi vida, terminó abruptamente. Con el cambio en el decanato, mi cuestionable designación directa fue sustituida por otra. No había urgencias, pero no se llamó a concurso. Ya era investigador categorizado y estudiante de la maestría así que, el siguiente año y medio lo pasé en mi casa andando el camino de la Museología.

Trabajé en la Casa Histórica, seguí formándome, participé en congresos y encuentros de profesionales de museos, di charlas, terminé la maestría, luego la tesis, cambié la Casa Histórica por el Museo Histórico Nicolás Avellaneda (donde trabajo hoy). Mi relación con la UNT es ya indeleble. Muchos de mis amigos son profesores, soy miembro de un proyecto de investigación de Filosofía política y dedico las tardes a corregir tesis de maestrías y doctorados. Y el 17 de noviembre de este año defendí mi tesis, que lleva por título: El museo como sistema de comunicación integral. Herramientas para pensar los museos en el contexto de un nuevo paradigma.

La Dra. Griselda Barale me había advertido que en Tucumán la política tiñe todas las producciones culturales. Lo que no me dijo, y yo no supuse en ese momento, es que era contagiosa. Los museos son políticos y cada día lo dedico a dilucidar cómo pueden mejorar su desempeño como instituciones cívicas para lograr que nuestra sociedad sea un poco más justa.

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