Desde que tengo uso de razón mis juegos siempre han consistido en hacer. Ropa para muñecas, pulseras de mostacillas, dibujos, adornos. Cuando viajábamos con la familia juntaba piedras, ramas, hojas que guardaba e incluso aún hoy conservo algunas. Después estudié geología y, sobre todo, seguí juntando rocas. De cada viaje al campo, de la zona donde hice el doctorado, de las últimas campañas a las que fui, incluso de vacaciones con mi hija, traje algunas.
Paralelamente a la carrera como geóloga, seguí pintando, haciendo grabados y, en los últimos años, encontré en la joyería la posibilidad de conjugar todos mis intereses, todas las inclinaciones. A veces estoy dividida porque trabajo - y me gusta mi trabajo - pensando que al terminar voy a ir al taller a empezar la pieza que tengo en la cabeza. A veces pasan semanas en las que no puedo ir. Cuando lo hago, tengo que empezar limpiando los equipos, como el de electroformado, donde los cristales de sulfato de cobre crecen por la falta de uso.
Mi interés por la joyería no es aleatorio, tiene algún origen en mí, en mi pasado o en algo inherente a mi persona. Pero se sostiene en el presente, en el deseo por permanecer en él. Desarrollarlo, porque me gusta pensar en las formas y en los materiales, en el objeto como escultura que se complementa en el cuerpo; pero también es necesario aprender las técnicas de orfebrería, precisas y fundamentales en joyería.
Mi producción responde a diferentes disparadores. Algunos objetos reflejan técnicas que aprendo o perfecciono. Otros tienen base conceptual, una idea que los vincula. Así surgen varias series que están en proceso, porque no trabajo de manera lineal, esos no son mis tiempos, tienen que ver quizás con la geología. Una serie corresponde a piezas que incluyen pequeños fragmentos de rocas que fui coleccionando durante mi trabajo de campo y que siempre consideré como tesoros. Por ejemplo, algunas pelítas arenigianas silicificadas (foto), otras de basaltos, provienen de la zona de mi tesis donde luego continué trabajando, en las unidades ordovícicas del norte del Sistema de Famatina. También tengo, por ejemplo, unas concreciones rosadas del Pérmico que aflora en la misma zona, con las que hace poco hice anillos (fotos).
Los primeros objetos que hice siempre fueron para mi hija, que ahora tiene 23 años y es Licenciada en Filosofía, además de la modelo en las producciones fotográficas. Como los intereses se heredan, sus áreas de investigación son la estética y la filosofía del arte, desde donde me ayuda a fundamentar mis propuestas.
Este año de pandemia, he crecido mucho en mis procesos internos, metiéndome de lleno en la joyería contemporánea. Experimentando con materiales que antes ni hubiera imaginado. Comencé una serie con cartón y plata. El cartón gris, ¡ese que forma la contratapa de todos los anotadores! El disparador son quizás las capas que me rodean, que se superponen a lo largo del tiempo. De libros, de papeles apilados, en fragmentos de rocas pertenecientes a antiguas secuencias volcánicas – sedimentarias, fundamentalmente de la sucesión que aflora en Chaschuil, que estudié durante muchos años y sobre la que publiqué varios artículos. Esta serie se llama Ineludible, casi sin pensarlo era así.
Me hace muy feliz esto que llevo adelante, me falta el tiempo. Siempre. Pero no importa.
Novedad: hace unas semanas me invitaron a participar con esta serie en Milano Jewelry week. No me animé. Pero el año que viene creo que me presento.